Tras año y medio de pandemia las sensaciones un poco ambivalentes -de agotamiento y al tiempo de esperanza- se hacen notar en la población. Conviven las ganas de quitarse ya la mascarilla y salir como antes, con la conciencia de que todavía hay muchos enfermos, que mueren personas cada día y que esto, mal que nos pese, no ha terminado. Hay que mantener la guardia alta un poco más.

Hemos visto que con este panorama vivido desde más o menos marzo de 2020 hasta ahora, la salud mental en el nivel individual y más íntimo, pero también en lo que podemos llamar lo colectivo (las sociedades enteras y sus poblaciones), se han visto duramente perturbadas.

Los millones de fallecidos en todo el planeta, las secuelas de los convalecientes, la grave afectación de nuestras economías y, por tanto, del bienestar, han causado y causarán efectos en nuestra psique, en nuestra percepción de la felicidad, que no aún podemos medir con precisión.

La saturación informativa constante acompañada de severas medidas de restricción de las libertades -con el fin superior de salvaguardar la salud pública- han terminado, también, por hacernos reaccionar y a menudo no de forma saludable.

En el ámbito de la Psiquiatría, ya sabemos que se han multiplicado por mucho los cuadros de ansiedad y depresión, así como, entre otras patologías, fobias relacionadas con el riesgo para la salud. La cuestión de los suicidios, como segunda causa de muerte externa en adolescentes, es realmente preocupante.

Los datos oficiales concuerdan con lo que percibimos en nuestras consultas. Los afectados directos, los familiares de los fallecidos, o los colectivos especialmente expuestos a la enfermedad, presentan una demanda asistencial significativa en salud mental.

Los miedos

En los adolescentes, se ha observado un aumento llamativo de las consultas a psiquiatras y psicólogos: los miedos -como por ejemplo a contagiarse y así infectar a otros miembros más vulnerables de la familia- la congoja por el aislamiento impuesto en un momento vital en el que se necesita más que nunca el contacto con otros, o este constante bombardeo de noticias, no han pasado a través de ellos como si nada. Han dejado heridas abiertas.

Por eso, no duden en consultarnos a los profesionales de la salud mental. Esto no ha dejado impasible a nadie y sin duda podremos orientarlos y, en su caso, prestarles asistencia. Les vamos a ayudar.

Pero lo que quería trasmitirles, como conclusión a este resumen de lo ocurrido, es que, cuando ya por fin ya se ve la luz al final del túnel; cuando las cifras de vacunación son muy positivas; cuando parece que la vuelta a la vida anterior, o a algo que se le parece mucho, está casi aquí mismo -a unas semanas o meses vista- es tiempo también de mirar al futuro con esa esperanza de la que les hablaba al principio.