*Por el doctor Luis Fernando Cárdenes

El abordaje de las drogodependencias hace ya muchos años que se realiza desde una perspectiva multidisciplinar. Psiquiatras, psicólogos, terapeutas ocupacionales trabajadores sociales, farmacéuticos y hasta filósofos, han aportado variadas perspectivas desde una misma realidad: el individuo que se encuentra ante una enfermedad del cuerpo y de la mente, profundamente limitante y con grandes dosis de autodestrucción.

Normalizar las drogodependencias como un problema de salud pública (y además de los muy importantes), generar herramientas, programas, protocolos de atención; una doctrina alrededor de ellas, en definitiva, han sido logros del trabajo conjunto de todos estos profesionales y una conquista de la sociedad moderna.

Estos avances nos han permitido, desde finales de los años ochenta del siglo XX, diseñar tratamientos eficaces: terapias individualizadas en las que las familias prestan un servicio fundamental a la recuperación del enfermo: sí, digo bien, el enfermo, porque antes de esos años se consideraba a las drogas como un vicio propio de personas débiles o de mal vivir, no una enfermedad.

Este increíble esfuerzo científico de los profesionales de todas estas disciplinas de las que hablaba al principio -con sus escuelas y teóricos, sus estudios epidemiológicos, sus congresos, sus ONG y fundaciones- operó un cambio social de gran calibre, realmente muy profundo, que creo sinceramente que aún no hemos sabido poner en valor.

Aquí en Canarias, hemos sido pioneros en el abordaje multidisciplinar de las drogodependencias, guiados por excelentes profesionales de la Medicina y la Psicología, fundamentalmente, que supieron ver las soluciones y llevarnos a través de un camino eficaz, humanizado, empático y doctrinalmente sólido.

Apostar por la prevención

Compañeros de mi generación a los que todos los que nos dedicamos a la psiquiatría y a la medicina de las adicciones tenemos en mente. Ellos explicaron al gran público la necesidad de hablar de enfermedad, de apostar por la prevención. Nos hablaron de la esperanza de salir adelante, de curarse, y abrieron debates casi impensables hace 40 años.

También los colectivos y asociaciones de familiares, muchas de ellas convertidas en ONG, fueron el germen del estupendo modelo mixto de atención a las drogodependencias que tenemos en Canarias.

Quiero dedicar estas líneas a reivindicarlos: me gustaría nombrar a todos los profesionales que tanto aportaron; a las ONG y las administraciones públicas; al esfuerzo privado, que también sumó. Querría poner aquí sus nombres uno a uno en

señal de agradecimiento. Si no lo hago es por miedo a dejarme fuera a alguno. Sería imperdonable.

Las drogodependencias siguen siendo un profundo problema de salud: cambian las sustancias o los objetos adictivos, pero permanecen la enfermedad y la dimensión humana. Siempre está ante nosotros el rostro concreto de la persona que sufre, que pierde su libertad y su salud; vemos la crisis en su familia y su entorno, la desubicación laboral y social…

Los profesionales de la salud siguen y seguirán en el futuro investigando, recopilando información, analizando y buscando soluciones terapéuticas para ayudar a los individuos y a su entorno; para sanarles el cuerpo y la mente, para lograr su integración social, para que vuelvan a ser personas productivas y satisfechas consigo mismas; para que algún día -no muy lejano- las drogodependencias sean una epidemia más a la que el ser humano logró erradicar.