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Integración laboral y patologías mentales

*Por Luis Fernando Cárdenes

En España, sólo el 16,9 por ciento de las personas con problemas de salud mental tiene trabajo. Es una cifra que habla por sí sola y que incluso supera a la baja a la de 2018 (17,6%). La fuente no puede ser más fiable: el Instituto Nacional de Estadística (INE), que en una nota informativa publicada recientemente arroja una luz clara sobre esta realidad.

Los profesionales de la salud mental insistimos -desde hace muchos años- en que una de las claves para el correcto abordaje de estas patologías pasa por acabar con el estigma. Este es el único camino que nos llevará a la normalización de en el ámbito social: que las patologías mentales sean percibidas como un problema de salud más que puede afectar a cualquier persona.

Para precisar, hay que llamar la atención sobre que -según las estadísticas facilitadas- colectivos como las mujeres enfermas sufren aún más esta dificultad de acceso al empleo, lo que es fuente de una doble desigualdad para ellas.

Hace ya varias décadas que la ciencia nos ha mostrado el camino para que los enfermos mentales tengan una calidad de vida digna, la mejor que el sistema con nuestros impuestos pueda ofrecerles. Y eso pasa por que se sientan incluidos, tratados, cuidados, iguales en derechos y tutelados en lo que sea necesario. Un estado social como el consagrado en nuestra Constitución no puede aspirar a menos.

Pues bien, una de las mejores soluciones para conseguir estos fines -junto a un sistema de salud de calidad, una apuesta por la investigación aplicada y una buena asistencia social- es el acceso de los enfermos al mercado laboral.

Trabajar equivale a integración y a normalización; trabajar significa ser parte de la sociedad, contribuir, ganar en autosuficiencia y autoestima.

Es verdad que hay que dejar claro que no en todos los casos un puesto laboral es una opción (como ocurre con otras enfermedades, vamos a llamar del cuerpo), pero hay que llegar hasta donde sea posible en cada caso.

Tenemos que convencer a los poderes públicos y dialogar con la sociedad, tanto desde el ámbito de las asociaciones de familiares, como desde la Medicina y otras disciplinas de la salud. Estamos obligados a revertir la tendencia y lograr que las personas con enfermedades mentales tengan las herramientas necesarias para llevar una existencia lo más normalizada posible.

 

*Luis Fernando Cárdenes es psiquiatra y director médico de Clínica Bandama

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