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¿Cómo estaremos en la nueva normalidad?*

*Por Luis Fernando Cárdenes, psiquiatra y director médico de Clínica Bandama.

El miedo al virus va a estar presente entre nosotros, previsiblemente, durante mucho tiempo aún y sus efectos sobre la salud mental perdurarán en buena parte de la población. Se habla de la nueva normalidad, pero ¿cómo será esa nueva normalidad? ¿habrá cosas que cambien para siempre? ¿cómo vamos a afrontarla?
 
Muchos de nuestros hábitos hasta la llegada de esta crisis del coronavirus eran reflejo de las libertades públicas conquistadas durante muchos años: la libertad de movimiento, o el derecho de reunión se han visto seriamente restringidos durante dos meses y -probablemente- hasta que haya vacuna, no podrán volver a ejercerse plenamente.
 
Otros derechos con un carácter, si se quiere decir así, más íntimo, también se han visto cercenados: que los abuelos y nietos puedan convivir, que las familias se visiten, que se pueda practicar deporte individual o en grupo, que los niños puedan asistir a la escuela o jugar, algo del todo punto esencial para su desarrollo saludable. También las posibilidades de trabajo, con millones de personas afectadas por expedientes de regulación de empleo o directamente en el paro; el poder viajar a otros lugares, algo tan simple como subirse a un avión en una isla e ir a otra, o a la Península. En fin… un cambio severo, difícil, prolongado y limitante, que nos ha cambiado la vida entre marzo y junio y que tal vez afecte a nuestra percepción de las cosas de forma más o menos definitiva.
 
No podemos olvidar, tampoco, la enorme carga que ha significado asistir día tras día a la estadística de contagios, enfermos, hospitales repletos, sanitarios desbordados y agotados y, finalmente, el dramático número de fallecidos, con cifras que en ocasiones parecían irreales por lo elevadas.
 
Como psiquiatra dedicado a la práctica clínica de la salud mental, me preocupan los efectos que nos deje esta sacudida que se ha producido en nuestras vidas. Al impacto psicológico del drama de la enfermedad o del propio confinamiento, se sumarán los miedos derivados de que pueda volver a producirse, sin olvidar el temor a contagiarse. La ansiedad y la depresión, las fobias y otros trastornos asociados, pueden aparecer como consecuencia directa de todo esto, pero hay otras secuelas muy significativas.
Esta crisis ha tenido un impacto material en muchas familias y en muchos individuos que se enfrentan -en muchos casos nuevamente tras la anterior crisis económica- a riesgos como la exclusión, la pobreza, el desempleo y toda la tormenta de incertidumbre que conlleva.
 
¿Cómo afectará todo esto a la salud mental de nuestros conciudadanos? ¿Cómo afectará a su resiliencia? ¿Cómo podemos sumar desde las profesiones de la salud mental para fomentar esa capacidad de resistir y adaptarse?
 
Se dice que el hombre vive en una constante búsqueda de la felicidad y si -citando al escritor y divulgador Eduard Punset- la felicidad es la ausencia del miedo, ¿cómo haremos para volver a ser felices?
 
Creo que la Psiquiatría y la Psicología deberán sumarse con fuerza al esfuerzo terapéutico contra el virus y hallar la respuesta a cada caso de efectos y secuelas que se nos plantee, para que la nueva normalidad que viene sea una normalidad verdadera más que nueva.

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